Al celebrarse los 25 años de Zoé sale a luz el disco tributo Reversiones. Una producción que reúne 10 destacadas canciones del grupo mexicano liderado por León Arregui. Fue una idea por ratos atrevida y por otros, muy conveniente para el sello discográfico. Y veo que también para Spotify. Lo cierto, es que está aquí y nos permite escuchar canciones conocidas en otro registro, es decir, desde lo eletro-pop hasta en clave norteño.
Intriga. Sí, sé que intriga porque hemos escuchado tantas veces estos temas de Zoé, y ahora esto. El álbum abre con la versión de Nada, a cargo de Manuel Carrasco. Como es una de las más célebres de la agrupación, Carrasco sacó la voz e hizo su mejor papel envuelto en manto electrónico al mismo tiempo mínimo, onírico, con tramos de industrial, en tiempo más lento que el original. Este joven español, tiene bajo el brazo siete álbumes grabados. Su experiencia en rock, no le es desconocido, menos aún interpretar una canción al final triste, con más preguntas que respuestas. En esta versión se privilegia más su voz, que tiene un punto agradable, con giros ágiles y una entrega impetuosa.
Le sigue 10 A.M. donde sucede lo mismo que en la anterior. Zoé nos la entregó en tiempo más rápido, pero acá Ximena Sariñana, la visionó más lenta, donde combina lo electrónico con el instrumental orgánico.
Pero la base tiene loops. La canción es sobre la renuncia de una relación y Sariñana así la comprende. Eso explica ese tono confidente, nostálgico como también dolido. Remata ese sentimiento la guitarra bluesera que se asoma ya casi al final.
Llama la atención la versión instrumental de No me destruyas, a cargo del compositor, arreglista y director de orquesta Juan Pablo Contreras. Lo que hizo con este arreglo es convertirla en sinfónica, proporcionándole colores que van desde lo latino a lo contemporáneo. Esta matizada versión, que se origina de una canción afligida, le proporciona otra cara a la música de Zoé. De hecho, gracias a su talento y visión Contreras la entrega enriquecida, incluso dulce y encantadora.
En el caso de los colombianos Morat, que suelen trabajar más lo pop latino, bregan en una zona poco explorada por ellos en Labios rotos.
Una canción de promesa, de euforia y de inspiración, con pinceladas sicodélicas. Ofrecen una versión digna en el momento que Morat trabajó el arreglo a conciencia llevándolo a su terreno. Ese parón y entrada épica cantando: “Moja el desierto de mi alma con tu mirar/ con tu tierna voz/ con tu mano y mi mano por la eternidad”, muestra ese anhelo por decirle a ella su sentir y esperanza. Este detalle muestra que Morat absorbió bien la vena romántica de la banda mexicana.
Por supuesto en esta producción no pasa desapercibida la versión de Soñé, con la banda grupera, Bronco, que no deja su estilo y acoge esta canción de amor nostálgica.
“Todo el tiempo estoy pensando en ti/ En el brillo del sol en un rincón del cielo/ Todo el tiempo estoy pensando en ti/ En el eco del mar que retumba en tus ojos, soñé”. Aunque hay una curiosa fusión de guitarra eléctrica, algo que ya había escuchado con Alejandro Marcovich y El Plan, el arreglo no parece sorprender y lo único que se descubre es cómo una canción como esta, originalmente lenta y con piano, se vuelve grupera, nada más.
Quiero referirme a Últimos días. La original, extraída de su cuarto álbum, va en tiempo rápido y suena con esa mezcla rocanrolera con aditamentos electrónicos. Pues bien, en esta producción Reversiones la abordó el grupo venezolano Rawayana, expertos en reggae.
Su bagaje comenzó hace 13 años, de manera que no hay para pensar en una pose.
No, ellos son así y está canción les va como anillo al dedo. La pieza habla de evasión, de imaginar, de soñar, de volar, de creerse la idea que: “Me voy a pasarla bien/ Me voy a amplificar/ Me voy a desvanecer/ Nada me detiene/ Nada que me pueda parar/ Soy una frecuencia/ Con un millón de megaheartz”. Ese ostinato típico del reggae, se colorea de sonidos de órgano y de sección de metales en ritmo cadencioso. Un arreglo honesto y respetuoso.
Por último, quiero mencionar la extraña lectura hasta cierto de punto de Arrullo de estrellas. La original, electro rock (en ese orden), con la voz de León Arregui tiene un fondo compacto, aunque por ratos vaporoso, en el caso de Alejandro Fernández, que hoy más que nunca busca tomar la estafeta de su padre, la presenta en forma de mariachi.
Sí, más que una canción esta es una declaración de amor, y Fernández aprovechó para apropiársela, con su bien apoyada voz.
Ciertamente su letra no es típica de una canción ranchera, y ahí está el detalle. Hay otras canciones como Vía láctea con Juanes y Love con Mon Laferte, pero en mi sentir no cumplen con los requisitos para estar en este disco, considerando el arreglo, la voz y el artista.
Pienso que habían otros artistas que pudieron ofrecer algo con mayor originalidad y calidad, incluso un trabajo más comprometido con la herencia de una banda, que se ha ganado un sitial de honor en el rock latinoamericano.
En los últimos 17 años se ha volcado a escribir de y por la música. Se mantiene alerta y curioso de todo lo que su radar personal le permita, para capturar y descubrir esa música que está en la marginalidad como también en el ojo del huracán artístico alrededor del globo. Periodista musical, crítico y productor de radio. Ha escrito para Crónica, Arteria, elPeriódico, Siglo 21, Prensa Libre y Nómada.