“Somos hijos del pasto y la desilusión/ Herederos del tiempo haciendo de la vida un crisol”, dice Arando e hilando que es como el carné de identidad que presenta y con la que Bohemia Suburbana, BS, abre su nuevo y sexto álbum de estudio titulado Santiago 14° 91°, que se refiere a las coordenadas de Santiago Atitlán, Sololá, Guatemala, epicentro creativo del proyecto.
La portada, perteneciente a la serie de obras pictóricas Octopus, del español Xevi Vilaró, muestra a un personaje zoomorfo que expresa el lado positivo de lo negativo que nos rodea (tiene máscara), de ahí el color rosado y la paloma, que según su creador simbolizan “esperanza”.
En los once tracks que desprende el álbum, el oyente encontrará rock alternativo con proximidad pop, forjado con detalle y elegancia, pero también con fluidez y audacia (al menos en el panorama guatemalteco). Una música que asimila en mucho los sintetizadores, que cada vez sacan más la cabeza en sus producciones, sin desviarse de su trayectoria, es decir, en el deseo de construir una música que trascienda el tiempo.
Por ejemplo, Tráfico pesado, la menos rockera del álbum, posee una letra que habla del tráfico y la opresión de la vida urbana, algo que se expresa en no más de diez oraciones y/o frases compuestas de una preposición, un verbo y ya. Es sencilla, concisa, literaria, pero con un brillo melódico y una tímbrica inesperada.
Otra es Avenida gris, con ecos a Zoé, que comienza diciendo: “Hoy, me siento anormal y no me encuentro mal por la avenida gris”, para al final insinuar que siendo anormal es libre y seguro. Pieza rítmica, con una rica euforia y con un cruce entre lo progresivo, lo tecno y su postura rock.
Se vale soñar, en cambio es lenta y hasta paisajista diría. Esta nostálgica tonada posee una textura poco escuchada en BS. Acá la capa sonora se construye a base de delay y glissandos de guitarra, de sintetizadores que dibujan una atmósfera crepuscular.
Y por último, me quiero referir a Contra mi voluntad, que cierra la producción. Escrita a dos tempos distintos, rica también en texturas y sonidos cuya letra se refiere a la polarización entre ricos y pobres. La canción se dota de fuerza por la letra pero también por esos pasajes sonoros adscritos a la actual personalidad de la banda.
Las canciones guardan ilusión, arropadas con el recurso al que ha echado mano muy bien la banda (los sintetizadores) desde hace tres discos atrás, que abonan a su riqueza y expansión sonora. No es una banda que presuma de gran recurso técnico instrumental, no hay requinteos ni riffs de teclado, de batería o de guitarra sorpresivos, incluso puede que en eso sea reservada, pero en cambio tiene un dominio y una autoridad en erigir, en cada compás, buenas canciones. Y una canción es buena, por las emociones que genera.
Por otro lado, hay decirlo, es evidente que su letrista y vocalista, Giovanni Pinzón le imprime emoción a las canciones y las proyecta adecuadamente, pero es verdad que ya muestra fatiga vocal, algo que esperemos pueda superar.
Al final, uno se topa aquí con la certeza que Bohemia Suburbana adquirió un compromiso artístico, un músculo musical y unas ideas indudables, convicción nacida en parte por las casi tres décadas de actividad, por su discografía y por las canciones que le dieron sentido a la vida a toda una generación “hija del pasto y la desilusión” en el país. Acá, es innegable, hay canciones que extienden la estela y que invitan a escucharlas una y otra vez.
En los últimos 17 años se ha volcado a escribir de y por la música. Se mantiene alerta y curioso de todo lo que su radar personal le permita, para capturar y descubrir esa música que está en la marginalidad como también en el ojo del huracán artístico alrededor del globo. Periodista musical, crítico y productor de radio. Ha escrito para Crónica, Arteria, elPeriódico, Siglo 21, Prensa Libre y Nómada.