Algo extraño y peculiar tenía que poseer el grupo de metal Hate S.A. para que los alemanes se fijaran en él. En realidad fue el sello alemán Ragnaröck Records, que el pasado 17 enero publicó el disco Prevalecer, de esta banda boliviana de trash good metal considerada en Sudamérica, lo que Sepultura fue para Brasil.
Bolivia, país de casi 12 millones de habitantes, ha producido una banda que lleva todas las de ganar, porque cuenta con una energía y una soltura particular, forjada a lo largo de veintisiete años, y una cabeza fría y clara al frente, la de su guitarrista Ricardo Larrazabal.
La particularidad del noveno disco y de la banda, consisten en que el disco en realidad se publicó hace cuatro años, y en cuanto a la banda, esta sufrió muchos cambios en su formación, que si no era el batería era el cantante, que si no era el cantante era el bajista. Aún así, la banda forjó prestigio y respeto, amén de varios reconocimientos.
El EP que nos ocupa lo grabó con nuevo personal: Carlos Gringuex en la voz; Diego Ponce en el bajo; Larrázabal y Jaime Eguivar en la batería.
Pero veamos. Prevalecer abre con una especie de preludio, titulado Axis Mundi, El eje del mundo descrito con guitarras que van como en marcha y con paso firme. Sonidos de cuerdas acentúan la emoción.
Sí, la emoción de que algo parece irse al borde del precipicio. Es el trash metal de esta banda que no duda en correr riesgos. En esta pieza, Devorador, es cuando se descubre la particularidad de su cantante que juega con su voz, de gutural o por ratos una voz regurgitante que recuerda al hobbit Gollum, a una voz más normal. Por ratos, pareciera que fueran dos cantantes. El requinteo es breve, pero con suficiente fuerza para impulsar la trepidación.
Bienvenido al vacío se inicia con poderosas guitarras, para darle pie a un tema pesimista y sombrío. Pero de nuevo, esa voz de Gringuex juega un papel importante. Ese juego de voces (muy particular de la banda), más el puente de guitarra y el tiempo marcado supuran confusión, desesperación y dolor. Hay un fragmento que más parece recitación: “Camino sobre el hielo delgado/ Las grietas dibujan mi cara de muerto/ La noche me quema con sudor y deliro en paisajes subterráneos/ Soy presa de mis propias bestias y enveneno mi cuerpo para salvarme/ Sin darme cuenta quizá que debo desatarme del alambre corroído que impide mi escape y purgar mi veneno, para luego ver mi reflejo en su sangre”.
Prisionero del tiempo, comienza con un gran requinteo, que es el que abre paso a riffs poderosos y viscerales, pero de nuevo la voz gruñida de Gringuex, gana en protagonismo. Tampoco desmerece el trabajo de Ponce y de Eguivar, la base que le da consistencia y densidad a la banda. El grado de precisión entre todo acentúa el nivel de esta banda. Por cierto, Control, la pieza que le pone punto final al disco, tiene la característica de jugar con los tiempos, es decir, da la verdadera medida de las capacidades de la banda.
Son varias las particularidades con que cuenta Hate S.A. una, es que las murallas sonoras son nítidamente hechas, y también el mensaje de sus letras en español por ratos con discurso positivo y por otros pesimista y crítica, con clara intención poética. A diferencia de otras bandas de su estirpe. Esta es una banda que es pura dinamita, en medio de un género que trata de evolucionar sin perder el instinto y brutalidad.
En los últimos 17 años se ha volcado a escribir de y por la música. Se mantiene alerta y curioso de todo lo que su radar personal le permita, para capturar y descubrir esa música que está en la marginalidad como también en el ojo del huracán artístico alrededor del globo. Periodista musical, crítico y productor de radio. Ha escrito para Crónica, Arteria, elPeriódico, Siglo 21, Prensa Libre y Nómada.