La gran belleza y composición de Jorge Marazu

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Termino de escuchar el nuevo y cuarto disco del cantante español Jorge Marazu, La gran belleza, y lo vuelvo a escuchar en busca de desentrañar lo particular de su trabajo. Un disco que reúne su ya vasta experiencia en escribir canciones para él y para otros (Raphael, Sergio Dalma, Pasión Vega) en el que descubre su voz, pero también su estilo, que hoy a través de doce canciones, lo expone de manera más amplia y renovada.

Para conseguir ese sonido, entre anglosajón y español, se rodeó de músicos que le brindaron el apoyo que buscaba: Iñaki García en teclados y piano; Coki Giménez en la batería; Paco Salazar en las guitarras y en la producción; y el mismo Marazu. 

La canción punta de lanza de la placa ha sido Instinto, que inicia con teclados electrónicos y después un fuerte bombo que marca un tiempo medio. Una canción con mucha fuerza. Habla sobre ese mundo frenético en el que vivimos inmerso y que no nos da tiempo para saber lo que en realidad necesitamos. “Quererlo nada más, no es suficiente/ me siento tan extraño entre la gente/ Que busco alguna forma de escapar”. Su interpretación tan entregada, responde a esos dos años y medio que estuvo aislado y de introspección. Tiene esa especie de protagonismo sonoro muy indie rock, tipo Coldplay.

En cambio, en el caso de la canción Años, se siente un sonido tipo Keane, sobre todo en esos acentos guitarrísticos. La canción pone una mirada a la vida y a lo vivido. “Años que afinan la vida/ Risas y heridas, inventando motivos/ Viejos amigos que conocen mejor que yo mi forma de temblar”, y luego esa frase que arrolla: “Esta es la vida: una de cal y otra de redención”. Esta canción dice asuntos que nos hemos dicho y que quizá no sabíamos que otro pensaba igual. 

En cambio en Ángeles, hay ecos de U2 con el romanticismo tipo Nino Bravo. Esta canción expresa que después de una ruptura no vale la pena emitir juicios. “Calcula las horas, los minutos y la longitud/ nada fácil, para nadie/ Someter a juicio cada gesto no nos va ayudar/ mejor dejar, que cada cosa vuelva a su lugar/ Será que somos ángeles sin maldecir, pecando para no mirar atrás/ Me mostré capaz de acariciar la herida y mantenerlo en píe y que me parta un rayo sin dolor”. Tiene su drama, tiene su espíritu, tiene su dolor. Esta es una de las mejores canciones del álbum. 

Miedo, es la canción que clausura la placa, y la interpreta a dueto con Vanesa Marín. En su estribillo dice: “Miedo a reconocer que no me porto bien/ Miedo a vivir, miedo a sufrir, miedo a perder/ Miedo a subir al cielo de tu mano/ Miedo a pensar a que tú mañana sentirás miedo”. Tiene varias lecturas, pero sobre todo habla de ausencia cuando dice: “Y asustado, hoy te siento aquí a mi lado/ Grito fuerte para no pensar/ Pero resulta tan difícil escapar del pasado/ Que me empuja de costado/ Y me hace tan difícil caminar/ Que hoy me resulta imposible escapar del miedo”. Es quizá la única pieza acústica del disco. La intervención de Marín le dota de emoción femenina al tema. 

El disco, cuyo título en parte está inspirado en la película La gran belleza de Sorrentino y en otra en la belleza de las cosas sencillas de la vida, muestra ideas claras con un sonido homogéneo, compacto, aspectos que no sé si cuentan para darle un aplauso a Jorge Marazu, pero sí se los ganan su creatividad puesta en las melodías, con letras inspiradas algunas tristes, resignadas y otras esperanzadoras y, luego, ese estilo vocal por ratos sutil y otros directo, con una buena capacidad para transmitir y musicalidad. Después de su parón y de resetear, Marazu está aquí con canciones arropadas del sonido anglosajón tanto del indie rock como de antecedentes españoles (Urquijo, Bunbury o Sanz), es decir, es un disco pop rock pero con la sangre de un cantautor folk. Es un chico que no hay que perder de vista. 

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