La voz afroperuana de Susana Baca se desnuda

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Recuerdo el primero disco que escuché de Susana Baca que firmó con su nombre. Fue mi primer encuentro con la música afroperuana. Descubrí no solo una voz llena de fuerza sino también herencia. Caí en cuenta además, que Perú contaba con un significativo 10% de la población de ascendencia africana. El disco como tal, había sido producido por David Byrne, una especie de Jacques Cousteau de la música. Eso fue hace más de veinte años y a la fecha Baca continúa en marcha, a sus 76 años. 

En todo este tiempo Baca grabó más de una docena de álbumes, ganó dos premios Grammy Latino, fue por corto tiempo Ministra de Cultura para presidir la Comisión Interamericana de Cultura de la OEA, escribió dos libros, fundó el Instituto Negrocontinuo y agotó entradas de sus conciertos en Europa y Estados Unidos. Y ahora está aquí, con nueva grabación que justifica, según le dijo a la agencia de noticias EFE, porque se estaba poniendo “un poco loca” con este aislamiento. Su esposo, el músico Ricardo Pereira, al verla así la alentó para grabar sola y retratar su tesoro musical.

«El quedarnos solos, en un espacio pequeño, nos ha llevado a meternos en nosotros mismos, a interiorizar; por ejemplo, yo tengo que seguir cantando, quiero ser mejor y transmitir a la gente, entonces tengo que seguir trabajando esa espiritualidad», dijo también la cantante a EFE, antes de decir que ahora en estos días se ofrece «un espacio, un tiempo para la creación, para ser mejores”.

El resultado de la interiorización y del tiempo para la creación nace A capella, grabado en casa durante la cuarentena, donde incluye 17 canciones, algunas conocidas e interpretadas precisamente a capella, una forma de cantar por derecho propio. Acá, su voz se desnuda, evoca la negritud peruana y expresa el sentir íntimo de muchos corazones. 

Hay que decir que cantar sin ningún acompañamiento instrumental es para cualquier cantante un desafío y un riesgo por las implicaciones que tiene. Grabarse así, sin ningún efecto, sin ninguna referencia rítmica y melódica extracorporal resulta muy bien, sobre todo en cantantes de dilatada carrera, para así ponerse a prueba a sí mismos y mostrar, como bien lo recuerda Baca, que “el que canta, canta”. 

Para la intérprete grabar estas canciones fueron una forma de sacarse del alma la tristeza y la impotencia al ver cómo sus paisanos guardan la esperanza de salir con vida de esta pandemia, pero por otro lado también es una forma de apoyarse en su propio esfuerzo artístico. 

Acá se descubre su fuerza desde Yo vengo a ofrecer mi corazón (Fito Paez). De ahí, uno siente como que ella canta ahí en la sala de su casa, como en búsqueda de insuflar aliento al que la escuche en un tono confidente. Por supuesto, hay otras canciones de ese pelaje e importancia como Gracias a la vida (Violeta Parra) Canción de fe (Manuel Costa Ojeda) y el considerado casi un himno en su país, Contigo Perú (Augusto Polo Campos) que el público mismo cantó para alentar al personal hospitalario que atendió a los enfermos del covid 19. 

Otros temas que incluye son: Drume negrita (Eliseo Grenet) y Pensamiento (Rafael Gómez Mallea), Tonada de luna llena (Simón Díaz), el poema Yamambo (Nicolás Guille), por cierto hablando de poemas no pasan desapercibidas otras de como Cardo y cenizas, Rosas y azahar (ambas de Chabuca Granda), Negra Presuntuosa (Andrés Soto) y Cariñoso (Pixinguinha), entre otras.  

El disco se discurre en ese gran número de canciones donde lo más esencial es, la técnica vocal. En ese sentido el arte de Susana Baca se ha sometido a las más duras pruebas al enfrentar distintas estilísticas, a los más variados ritmos de la cultura peruana: ritmos ancestrales, ritmos mestizos, ritmos cadenciosos y el ritmo eterno del corazón, como queda evidencia en su discografía. De manera que ella sabe trasladar con destreza esa fuerza vital y ese raudal de emociones, en cada canción. Y de forma sincera sin ser quejumbrosa ni exagerada. 

Algo que también debe apreciarse, es que su voz ya se acostumbró a alcanzar notas altas y bajas sin tropiezo, como sucede en Negrita descolorida (D.R.) Obviamente conoce muy bien su tono y timbre, y la estilística afroperuana la domina, por cierto igual de importante acá, como se escucha en Yambambo o Canto negro (Nicolás Guillen/Eduardo Carrasco). Pues bien, todas esas variables y matices en su voz son expuestas desde la soledad en este disco, lleno de emoción, lleno de aliento, lleno de dignidad y lleno de tradición.

Por cierto, el lanzamiento de A capella, grabado en casa durante la cuarentena, coincide con la presentación del CD/DVD de su concierto Memorias del corazón, que también ya está en circulación.   

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