Ataque Celeste es lo nuevo de El Columpio Asesino

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El Columpio Asesino es un nombre macabro para una banda. Enciende imágenes tiernamente perturbadoras que aunque pueden dibujar un jardín de niños también puede demoler un edificio de 40 pisos. Estas figuras tan disímiles son complicadas de digerir sobre todo porque son conceptos que no pueden convivir, dialogar o encontrar una salida airosa.

El quinteto español lo integran los hermanos Albaro (voz y batería), y Raúl Arizaleta (guitarra), Íñigo Sola (percusiones y sintetizadores) Cristina Martínez (guitarra y voz), y Daniel Ulecia (bajo).

La banda originaria de Pamplona, Navarra, España publicó Ataque Celeste este 2020 luego de 6 años de silencio desde el exitoso Ballenas muertas en San Sebastián (2014). Los españoles continúan fiel a su estilo, solo que este álbum es más sofisticado y con una producción muy bien cuidada. Entre rock, punk, electrónica y sintetizadores, El Columpio Asesino nos recuerda con esta nueva entrega por qué es una de las bandas más eclécticas y delirantes de la escena española y europea.

Ataque Celeste abre con Huir un sencillo que fue lanzado al final del año pasado. Fue una sensación y alivio para sus seguidores que los daban por desaparecidos. Huir tiene una actitud de desprecio y maldición. Cristina tiene esa voz tan sensualmente maldita que cada frase suya es como si recitara el Rituale Romanum de Exorcismis. El corte tiene tanto ritmo que no necesita un coro o una estrofa pegadiza, le basta una letra reconocible para perforar cerebros. “Sabes que nunca me ha importado / que respeto al escorpión / pero no tienes los huevos / de aceptar tu condición”.

Preparada es un pop frenético e irresistible con una letra en la que desesperadamente se quiere destruir todo para empezar de nuevo. Evoca poéticas imágenes en llamas que nunca se consumen. Busca eliminar los recuerdos más hirientes aunque eso signifique morir. “Mi sangre grita “luz” / agoniza tu noche / subiré al cielo dejándome caer / Voy a estar despierta / voya a estar atenta / voy a acabar contigo”. Sofisticada y letal.

Sirenas de mediodía empieza con un ritmo bajo y pulsante con la voz de Cristina a quien le han sacado toda la vida. Parece un cadáver que se incendia en la cama. La letra de la canción recuerda cómo llegó a esa inmolación donde el amor se convirtió en patrones, minutos, drogas, días, medicinas, meses, años, siglos. “Ya es la una, la fábrica aúlla / siempre es puntual / Es medio día y ya me sobra la otra mitad/ Me levanto, limpio las huellas / del día anterior / Cada mañana / achico lodo por el balcón”.

Mi General es una canción con un beat pulsante sobre unos sintetizadores que elevan la tensión. A simple vista es una descarnada fantasía de un encuentro sexual que bordea la violación más exitante. “Y una campana suena fuerte / tras de tu sonrisa / con tu viejo uniforme / y tus maneras fascistas / Me desbordas y sometes / siempre sin negociar / Tendrás la puerta abierta / cuando subas a matar”.

Lechuzas, cúters y somníferos es un poema decadente a un ser maldito sin vida al servicio del sexo vacío. Tu último relato es igual de adictiva, filosa y claustrofóbica. La única salida es el precipicio y el viento de libertad es la emanación del azufre de la profundidad del abismo que nos quema sin llegar al fondo. Toda huida hacia delante / siempre conduce a un precipicio / Te has asomado, balanceado y sí…”. Ambas son entonadas por Albaro Arizaleta.

Siempre estás tú es una experiencia sensorial. Los sintetizadores juegan a ser los cambios de dimensión mental. Lo inquietante de la letra es que pareciera una defensa eufórica de un corazón roto. El juego de voces entre estrofas es una campante y feroz esquizofrenia. Empieza el Yo, después el Ello y destruye todo el Super Yo. “Todo lo recorres y todo lo devoras / todo lo consumes pero nada te sacia / Eres un caníbal en un páramo seco / eres un anzuelo con un trozo de cielo”.

Ataque celeste es un grandioso pasaje instrumental que no merece mayor explicación pero es el último «padre nuestro» que termina el ritual.

Son ocho cortes que dejan una ansiedad enorme con ganas de volver a escuchar más de Ataque Celeste u otros discos de la banda. Es un álbum grandísimo, de altos quilates que debe ser escuchado, digerido, regurgitado, incendiado, analizado, disfrutado, destruido, purgado y bailado a más no poder y todo al mismo tiempo. 

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