Cruz, el híbrido ecuatoriano que no para de explorar

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El año pasado el deejay y productor ecuatoriano Nicola Cruz lanzó un disco (Siku) donde mostraba esa manera que tiene, muy suya, de combinar voces, secuencias y beats electrónicos con instrumentación étnica. De hecho, ha sido su obsesión. Lleva en este quehacer cinco años y ahora lanza su EP Hybridism, que define como un disco, “con música inspirada en la vasta fertilidad de nuestro planeta”. La producción es fichada por el sello Multi Culti, de Thomas von Party y Dreems.

La razón por la que esta placa es detectada por radares más avezados de la música (entiéndase críticos, periodistas y medios) es porque Cruz suele ser audaz y curioso, de hecho a lo largo de los cinco temas de Hybridism, el ecuatoriano ofrece una atractiva y exótica colección de ritmos, esta vez, provenientes del norte de África, melodías etéreas persas y cantos de culturas distantes incluso imaginarias. 

El EP inicia con Aima, que deja ver el alma de algunas tribus de Nigeria. La pieza es marcada por un beat con un coro de mujeres de la etnia igbo. Acá denota la maestría que posee para fundir esas secuencias y tratamientos electrónicos. En esta pieza colorea un viejo paisaje primero y luego por otro moderno, como si de repente se dejara el asfalto y se introdujera al bosque. Una cualidad notoria es el carácter cálido del tema, algo que cuesta crear entre tantas estilísticas.  

Le continúa Naeku es, como dice Cruz, un tema triste, “con tonalidades menores, pero con energía guerrera, fuerte y visión de futuro”. Lo cierto es que quizá es más urbano. Aunque esos cantos ancestrales que introduce a mitad del tema dan cuenta que el ecuatoriano disfruta representar sonoramente la dualidad entre tristeza y alegría, pero lo que sucede él lo explica así: “no todo duelo necesita ser un sufrimiento”. Y es que Cruz está inspirado en parte en la palabra quechua Llaquila, que significa “triste, pero feliz”. Para trasladar esa postura optó por los sonidos que produce el sintetizador con secuenciador, Roland TB-303. De manera que así, Cruz sintetiza el lamento Masai (Kenia) con la sabiduría quechua. 

Sigue ahora Drom Tradisie, acá enfatiza en la percusión. Recurre a los efectos del FM synths, y así situarnos a una caída de sol en una playa perdida, asociada a un imaginario tropical. Es una pieza breve, latente y evocadora. 

Third eye dub/ Nasiri. De nuevo basada en las percusiones tribales. Acá interviene un oud (a cargo de Nasiri) que según Cruz, busca actuar sobre la glándula pineal. En realidad, la pieza es sinuosa y propone un viaje interior que nos conduce por las cavernosas profundidades del subconsciente. Hay armonías persas (shur para ser exacto) que trazan contornos en la oscuridad. 

Kawe’s dream, es la manera en la que Cruz cita el Bardo Todol, libro sagrado de los tibetanos, libro dedicado al tema de la muerte. Según Cruz: “Para pintar esa profundidad tenía en mente cantos tibetanos, que elaboré con el codificador de voz de Ableton sobre la parte de la voz de Ayan (Andrea Castrogiovanni), en un idioma inventado”. Es atrevido abordar una filosofía y un tratado de tal magnitud en tan solo tres minutos. Porque si se ha leído el libro, en él se explica la existencia de varios estadios pre y post muerte, de manera que esta pieza es tan solo un pincelazo supuesto de algo más profundo.

Al final uno nota que su música es sencilla, electrónica pero sencilla. Sin mayores pretensiones que jugar con las texturas y trasladar el clima de un mundo propio. Un mundo que, como se descubre, va en expansión. Y es que Nicola Cruz no se detiene en explorar y probar. Recuerde que ya en su disco anterior ya buscaba expresar la mística del número siete. 

En cuanto a Hybridism es un disco diverso de alguien que, desde la posición de testigo, ve pasar pasajes efímeros, es decir, de un mundo transitorio, inatrapable, del que solo quedan sensaciones, texturas, sonidos, es algo así como cuando en el río intentas tomar un pez entre las manos y se te escurre de prisa y con facilidad. Eso sí, con sensibilidad. Así es este disco, de alguien que además coloca como colores contemporáneos el instrumental étnico. 

Para terminar, me entero que Cruz lanzó ya otro nuevo disco, Fuego nuevo, que basa sus exploraciones en la música afrocubana. Volveré con este chico que va a mil por hora, y que no desaprovecha las horas en el estudio de grabación para crear, para formular, para experimentar, para compartir. 

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