El Cruce capitanea un potente y salvaje blues en Suramérica

| |

El Cruce acaba de cumplir 20 años de vida. Y lo celebraron con la grabación de su nuevo EP Yéndose a negro. El problema es que ni tiempo tuvieron para iniciar en forma la promoción y presentarlo porque la pandemia llegó a la semana siguiente de su primer concierto y eso, como a todos los músicos, paralizaron los planes. Ahora tendrán que hacer un tour de forcé para retomar, en unos meses, eso que quedó inconcluso y girar como tenían previsto para celebrar como se merece. Mientras eso suceda, acá va mi mirada al mismo. 

Este nuevo material es nuestro homenaje al blues como género musical, que nos ha nutrido desde siempre de ideas, sonido y mística, pero que hasta ahora no habíamos abordado de esta forma. Son tres canciones originales y dos covers del gran Robert Johnson, grabados en la casa/estudio del Negro Silva, en una toma en vivo, a la vieja usanza”, escribió la banda en su portal de FB.

El Cruce está integrado por su fundador Felipe Toro, voz y guitarra; Eduardo Negro Silva, bajo; Claudio Bluesman Valenzuela, armónica; Jorge Quinteros, en la batería; y Gustavo Albuquerque, en los teclados. 

Yéndose a negro, abre con un blues lento, Continuar así, una canción que está en sintonía con el estallido social ocurrido en Chile. De ahí que dice: “No me llames comunista/ por soñar algo mejor/ ese no es el argumento / la guerra fría ya pasó/ no se trata de partidos/ esto es por dignidad”, y que, “no podemos continuar así por mucho tiempo”. La personal e intensa voz de Toro, más ese solo que realiza aquí con su guitarra, con un lenguaje eminentemente bluesero, es decir, crudo, directo y con autoridad, redondean la canción. Excelente apertura. 

Desde ese primer track, uno intuye que la mayor baza del grupo está en Toro, su guitarrista y cantante. Esa verdad, le obliga a uno tenerlo siempre presente a lo largo de la grabación, como en la rítmica Dust my boom (con un juego rotundo de piano y guitarra) y casi en los mismos términos, aunque con más tensión, I should have know, ambas en inglés. Por cierto, en esta última se luce la armónica y el piano sobre una batería galopante. La banda, con cierta pulcritud matemática, demuestra su capacidad de contención. Eso sí, sin sorpresas, sin mayores riesgos aunque sí con espontaneidad. Hay que recordar que la grabación se hizo en vivo en el estudio.

El otro blues en español es Dulce nostalgia. Esa elocuente guitarra eléctrica va por delante para enmarcar una canción melancólica en la que se concluye que, “si tu no vuelves/ ya se marchitan las flores de tu habitación/ Dulce nostalgia ya no me rompas el corazón”. El trabajo de la armónica y unas líneas del piano nos remiten a esas noches de bares de humo, sudor y negritud, que nos llevan a comprender que la tristeza por ratos deviene de algo más profundo e íntimo. 

Cierra el disco con la canción If I had possesion over the judgment day, que con una guitarra ruda y una acelerada batería apoyada por la armónica, marchan sin perder fuerza y credibilidad. Esta canción es otro ejemplo de lo “más potente, salvaje e indomable del blues criollo” que haría el grupo como lo auguró su fundador hace ocho años.

Uno que está acostumbrado a la aún robusta escena del blues urbano en Norteamérica, escuchar blues criollo (como le llama El Cruce a lo suyo) resulta magnífico y no se diga en español, además hecha con poderío y una sólida proyección. Ahora mismo pienso que ahí está la clave dinamita de El Cruce, cantar blues en español y hecha con calidad. Cultivarla más, sería como devolverle la esperanza al blues para que evolucione en el mercado latino. 

Lo cierto es que ahora su público pondrá nuevas canciones en su boca y las harán suyas, como quería Toro cuando anunció una pausa profesional del grupo.

Y bueno, el Club Chocolate, casi la casa del quinteto, espera recibirlos para celebrar que el blues, en Chile está vivo, que sigue en combate y que veinte años pueden servir para convertirlos no en un referente, sino en una leyenda. Estoy convencido que con El Cruce, la vida del blues en Sur América está garantizada. 

Previous

Cielos de Plomo viene hablar de cosas nuevas

Joaquín Sabina: A 30 años de Mentiras Piadosas

Next