El canto humano de Dévorah Rahel

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Desde hace siete años escucho a Dévorah Rahel. Aunque ella, este año, cumple diez de carrera. Esta cantautora guatemalteca se abrió camino con guitarra en ristre y una voz que le sale de adentro, cantando en buses, calles, parques, mercados, pueblos, ciudades, hospitales, festivales, escuelas y en lugares donde menos se le esperaba. Es decir, ella ‘guerrea’ (eventualmente aún lo hace). De manera que sin publicidad pagada ni artilugios esta donde está. 

Y ahora, Rahel presenta un nuevo y segundo álbum Hacia el Sol, que muestra una evolución natural de su trabajo. Hace dos años, anduvo de gira por Centroamérica, pero fue en Nicaragua donde se detuvo más tiempo y fue allí donde parió la mayoría de las canciones. 

Ante todo, hay que saber cómo ella justifica la producción. “Abres los ojos a la luz del sol cada mañana, lejano como nada más en el planeta; sin embargo, calienta la piel y la sangre, toca los sentidos suavemente, al grado que, en un insospechado instante, en un desprendimiento fugaz, le sigues como por instinto, inocentemente, desde siempre, desde que nacemos, desde que sus rayos acompañan nuestros rincones favoritos para jugar… ¡De pronto…una mañana cuando esos rayos brillan en la montaña, cuando danzan sus luces al ritmo de la canción de los bosques, del canto sonoro de los pájaros, del paso del viento por los maizales, entre la blanca neblina que se despide dejando el rocío, parecen como una ofrenda pujante para la tierra! Ahí, en un suspiro profundo, como el primero al nacer, comprendes que la vida no es más que un viaje… Un viaje a lo más alto y sublime como meta, hacia el Sol”. 

Esa conciencia de vida y esos pequeños acontecimientos de la Naturaleza, despertaron en ella estas diez canciones con folclor latinoamericano y folk pop.

Bajo la producción de Elmer Estrada, esta vez con un sonido y unos arreglos mejor planteados y también mayor madurez compositiva, Rahel inicia el disco con Ella Zununya (El espíritu femenino de Atitlán) una canción en tono festivo y es como una oda a la Vida, a la libertad y a los abrazos que el lago (ella) da al que se lo pida. Le continúa, siempre con ritmo suramericano, la bucólica Suena en Los Altos.

Si me regalaras el mañana/para poder sembrar/ Camino de la montaña/ milpas habas cosechar/y encontrarme con el Sol que se pierde en tu mirada/ y tu risa es carcajada mientras canto esta canción/que suena en Los Altos”. 

Sorprende aquí, Soy fuego, que es como el canto que entona el volcán de Fuego antes de hacer erupción. “Tal vez me veas llorar/ Y estas lágrimas de sol /te dirán que vivo estoy/ desde donde estés, presente, ausente, detente ven/ No puedo callar, lo tengo que gritar/ Soy fuego/ aire soy/ En el viento una canción”. Un tema sereno, casi solo teclado y base. Es una balada con el escenario ideal para mostrar el poderío vocal de Rahel. 

Llama la atención Mestizo, es también serena. Habla de la madre y de su raíz. “Traigo entre mis canciones una ofrenda que canta tu nombre/ bañada de agua del bosque/ vestida de la Luz del Sol/ y te va llevando”.

Uno de los temas que no es ajeno a Rahel es Lejos, sobre la migración. Piensa en aquello que están lejos de su tierra, de su familia, incluso de sus sueños, o simplemente aquellos que lejos de la humanidad de su persona. A ritmo más marcado, dice: “Hoy que me preguntan, qué ando haciendo yo lejos/ Lejos de vos/ Trato de encontrar una respuesta/ Para amortiguar la situación/ Lo cierto es complejo lejos/ Lejos de vos/ No mi amor es algo imposible de contar/ son mis razones para poder cantar/ No mi amor es algo imposible de vivir/ sin tu sonrisa todos los días aquí”.  

Besarte agua, a ritmo andino, habla del feliz labrador, de aquél que tiene arado, que anhela el agua para su semilla. Hacia el Sol, en cambio es una canción optimista, de aliento. “Siempre hay una luz que alumbrará/ que te dará la fuerza para continuar/caminos nuevos hacia el Sol”. 

El disco concluye con Espirales de luz, escrita en coautoría con la cantautora nicaragüense Gaby Baca Vaughan, “Fluyen espirales de luz, que van corriendo en la piel y mientras el alma se va, que voy cantando/ Alma se van liberando, el cuerpo se vuelve liviano/ te abrazo cuando te canto y vuelvo alegría el llanto y vos me vas acompañando y me voy cantando” Aquí la intérprete se propone consolar al mundo con su canto en medio de tanta tristeza, violencia, machismo y que su canto más bien aliente libertad y amor. La canción nació en el segundo aniversario del levantamiento de abril en Nicaragua.

Así pues, estamos ante un disco de corte folk, de vocación humana, en la que Dévorah Rahel consigue un nivel compositivo comparable a la categoría de sus arreglos, un nivel lírico a la altura de sus conceptos y de su vida. Porque hay que decir también, que Rahel es un alma viajera que se ha tomado el tiempo para hablar con la gente de a pie que encuentra a su paso. Por eso, en medio de toda la pandemia, surge esta voz que sensibiliza al oyente, una voz empática y sincera, amable, amorosa y sencilla con la que gesta estas canciones que conforman Hacia el Sol, aptas para las personas que prefiere vestir la ideología que la camiseta.  

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