La paleta de colores estilísticos de Diego Rosales

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Diego Rosales, el batería que vimos en el 2008, en grupos como Cósmica, años después en El Salto del Tigre, presenta ahora su primer EP Elote Loko. Diego es un joven muy inquieto, que ha recorrido varias rutas sonoras sin casarse con ninguna. Aunque seguro el elemento electrónico es lo que más le atrae para gestar electro-pop, pero me quedo dudoso, porque como es evidente en esta producción le atrae también el funk, el pop, el new wave, la música popular guatemalteca, la balada y el rap.

El disco inicia con una balada romántica, Dime, con la primera voz del cantante y guitarrista Eddie Méndez. “Dime si alguna vez/ en la nostalgia de estar recordando/en algún sueño vendrás/ Quisiera saber el momento en que me robaste la razón/ ya no hables, no te muevas, solo veni / Dime qué hora es, que tu recuerdo me tiene despierto”. En su última parte ocurre un cambio que parece preámbulo de que algo va a iniciar, pero resulta que no, que es el final. Extraño. 

Totonicapán, es un tema instrumental electrónico con scratcheo y voz grabada. Es dedicada a ese departamento. Un tanto parecido a Zacapa, ese clásico de José Ernesto Monzón, en forma de remix tipo house, es decir, reposado. Con esta segunda, Rosales se convierte prácticamente en el segundo productor electrónico, en abordar la música popular guatemalteca. Ya en el 2002 lo había hecho Leo Carro con Lágrimas de Thelma, para Democracia Sonora

Otra pieza que llama la atención es Mil caminos, donde rapea su hermano Andrés Tako Rosales. Tako ya había dado muestras de tener ese groove para el funk, cuando fue miembro del grupo Entre todos, después con Cósmica un poco más rock y luego cumbia con El Salto del Tigre. Esta vez aporta otra sensibilidad al material, pues rapea dentro de una estética latina: “Hay mil caminos que podemos recorrer/ hay mil personas que podemos conocer/ hay mil lecciones que debemos aprender/ debes entender que es la única manera que podemos aprender”. Una canción de ausencia y de amor. 

Una y otra vez, es un tema tipo new wave en tiempo medio. Más pop sí, donde Diego expresa todas sus capacidades maniobrando toda la instrumentación. Y su voz, procesada, que no corre riesgos en los tonos altos y poco proyectada, mantiene identidad en una canción de declarado egoísmo. “Todo esto es por ti/ no hay puertas por abrir/ aquí solo te tengo para mí/ ya te puedo morder/ no te quiero perder/ soy tan malo que no puedo compartir”.  

Hay dos temas funk. Uno es Having funk, cantada en español con la guitarra picada de René Menéndez, al lado de Tania Tshee Hernández. Es una pieza donde la que canta es Hernández y el que rapea es Diego, que con cierta impaciencia y emoción rememora una intención de un amor que parece imposible. Y la segunda es, So feel it! donde de nuevo se escucha la voz de Andrés Tako, en inglés. Esta recuerda esas piezas funky de los años 90, tipo George Michael. Diego toca el resto del instrumental para construir un manto sonoro estructurado y convincente.  

Insisto, Diego toca casi todos los instrumentos, es decir, bajo, batería, piano, sintetizadores, guitarra, programa los beats pero también canta, de manera que producir todo un disco en esas condiciones, toma tiempo y dedicación concienzuda, y en ese sentido él lo ha hecho.

Es un disco que no aburre porque en cada track sorprende; porque canta en español o en inglés; porque articula un diálogo personal entre música orgánica e intervenciones electrónicas; y porque nos retrata sus más diversas influencias musicales. Es cierto, para algunos esto último, es una debilidad, porque no muestra una brújula estilística; sin embargo, él está consciente de lo que desea en este momento. De manera que, en esa labor como solista, compositor y productor, Diego se expresa sabiendo quién es y qué disfruta hacer y, como resulta evidente, actúa en consecuencia. 

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